miércoles, 11 de junio de 2014

Camino de vuelta


Completo una semana en la cuerda floja, tambaleándome entre la sobriedad y la beodez. Regresé a algunos lugares y comprobé que la nostalgia hacia ellos no era un engaño de los recuerdos ni una conexión automática de la memoria con buenos momentos de mi vida que allí pasaron. Me reencontré con viejos amigos y descubrí que nuestra amistad permanece intacta y que el tiempo no los ha cambiado.

He sido un irresponsable, pero esa irresponsabilidad ha hecho que me olvide por un momento del estrés de mis responsabilidades actuales y eso es bueno. No suelo exteriorizar mucho las emociones, pero algunos pudieron notar la incertidumbre que siento al no saber qué va a pasar en el futuro inmediato.

Encontré algunas puertas cerradas, así estaban antes de yo llegar y así seguirán estando para todos los que lleguen, excepto para esa única persona en el mundo que merezca entrar por ella y que ahí adentro esté lo que de verdad necesita. Tengo un montón de recuerdos sin conexión de todas estas últimas noches, sin conexión como los párrafos de este texto, pero tan míos como nadie. Recuerdo un par de conversaciones sobre los intelectuales en la que no pude conectarme, otra en el Parque del Periodista sobre baños y sanitarios y urgencias inaplazables también algunos pasajes álgidos en una floristería donde había más trago que flores, y por último un par de miradas difíciles de olvidar, que luego recordé con detalle porque les tomaron una foto.

Creo que las cosas seguirán igual hasta que por fin pueda encontrar el cambio que estoy buscando, a ratos esperando. Lo importante de todas formas es no caer de la cuerda floja, seguir caminando aunque sea dando tumbos de lado a lado, pero más importante todavía que todo esto es que mañana, mañana por fín, después de cuatro años ¡Comienza el Mundial!