Tras
antepenúltimo día:
Llegué
y en lo primero que pensé fue en esta libretica y en la cicla de
maria… Hablé con mi madre acerca de lo que venía yo de hacer en
el centro de Medellín y me adentré en mi holgazanería un par de
horas antes de ejecutar lo que ya había planeado para salvar este
tras antepenúltimo día.
Cuando
me sentí descansado de todo ese calor y de la caminadera; de todo lo
del horario diurno, me dirigí hacia la cicla con mi libretica y
empecé el pedaleo. Llamé al loco V. para preguntarle sobre algo que
me interesaba para “condimentar” la tarde. No estaba en Sabaneta,
pero él y Vane me propusieron salir más tarde, ya veremos…
En
el momento en que llamé al loco V. apareció Manu, como por
arte de magia, y me propuso charlar y me dijo que tenía algo con lo
que yo podía hacer lo que pensaba hacer: “condimentar” la tarde;
así que fuimos.
Hablamos,
hablamos y hablamos. Apareció Lucy, con Marquito, y hablamos y
hablamos más. Se torna cada vez más intolerable esa actitud, que
siempre he tenido en los silencios de las conversaciones con algunas
personas, que me hace rellenar con lo más superfluo que se me ocurre
de repente, ese silencio, ese fantasma que sólo demuestra
desconfianza. La conversación fue agradable así que no pensé tanto
en darme golpes de pecho por esa actitud infantil y más bien me dejé
llevar por la espontaneidad.
Luego
de que nos cansamos de mover la lengua dividimos caminos porque Manu,
tan gracioso y olvidadizo como lo conocí, tenía una reunión
laboral y tuvo que irse así, todo jovial, todo alegrentón por el
condimento.
Yo,
haciendo catarsis en cada momento, y en cicla, decidí coger rumbo
hacia Envigado. El camino fue como lo esperaba, como lo quería,
reflejando esa idea de libertad que representan el viento y la
velocidad, y alimentando mis sentidos, complaciéndolos como es
preciso un martes.
Al
llegar veo que hay juegos artificiales y mucha gente, no tanta, pero
mucha; y siento que me ven como un loquito: con estas mechas, esta
pinta, estos pedazos de hilo blanco que remiendan mis pantalones
negros, con esta cicla “paletera” azul clarita, y para acabar de
ajustar escribiendo en la mitad del parque y sin compañía alguna.
Creo que mejor me voy y complazco al último sentido al que no he
consentido hoy: el gusto.