domingo, 4 de mayo de 2014

Mis conversaciones con el Diablo






Por: Santiago Cano

@Basto_art




La primera vez que el diablo me llamó, fue mas o menos siete años atrás. Yo me encontraba en la clínica SaludCoop de la carrera 49 # 58-19 en la avenida oriental, cerca a Villanueva, fue entre las 7:45 y 8:00 p.m. que entre bulla de taxistas y olor a tinto cruzamos palabras:


-¿Que más güevón? - Me dijo - 

-No pues todo lo mismo, ¿Cómo me lo están tratando por allá?

-Ah, esto es muy duro, y usted qué ¿Cuándo va a venir?

-Déjeme yo miro en estos días, haber que hago para sacarle el día - Pero yo sabía que no iba a ir, porque la verdad, el lugar donde él estaba me llenaba de tensión al igual que los hospitales y cementerios.

-¿Usted dónde estaba cuando lo mataron? - me preguntó con una voz apagada, triste, llena de nostalgia, impotencia y rabia a la vez.

-En el trabajo - La voz se me cortó - mi mamá fue la que me llegó con la noticia a la oficina.

-Déjeme y verá yo salgo de aquí. Güevón ¿Me va a hacer una recarga de cinco mil? - a este número, añadió - que ya casi el saldo se me va a acab… - Se le colgó-




¡Daniel, Daniel! mirá un carro de bomberos, -le decía Natalia la mayor a mi primito de ocho años-

Juan y yo que estábamos cerca, escuchamos y miramos con asombro el carro de bomberos de color verde y amarillo, un color brillante que a los ojos de un niño les afianzaban más las ganas a uno de ser bombero, el carro de bomberos estaba absolutamente solo y con uno, dos, tres, cuatro puestos disponibles, cuatro puestos perfectos para la patrulla perfecta, Daniel, Natalia, Juan y yo.

Natalia dejó de pilotear el helicóptero rosado, pero Daniel, que era su copiloto ya se había bajado y le llevaba dos metros distancia, Juan y yo seguíamos anonadados por los colores relucientes del carro de bomberos, sus llantas grandes y la escalera inmensa que soñábamos escalarla en caso de incendio, mientras Daniel y Natalia se disputaban en una carrera a muerte para llegar al primer puesto, el puesto del chofer, sí y es que ese era el mejor puesto, porque ya lo habíamos comprobado en los carritos chocones, que no había nada más aburrido que ser copiloto y más aún si eres un niño de seis años.

Daniel corría a toda velocidad y Natalia lo seguía detrás, Juan y yo seguíamos montados en el Porche deportivo, descapotado color rojo escarlata. Aunque reaccionamos tarde, yo tenía la certeza que mis forche de suela de goma, tenía más agarre que cualquier Bubble Gumers y que cualquier Lagear de suela luminosa, y aunque para ellos llegar al carro de bomberos ya me tenían mucha distancia de ventaja y Juan también había ya comenzado a correr para alcanzarlos, yo tenía la habilidad para acortar el camino. Así que me monté en la tapa del motor del Porche, cogí impulso para brincar y caer al techo de la ambulancia, luego quedar colgado de la cola de del helicóptero, deslizarme por su techo hasta caer en el carro de policía y finalmente hacer una majestuosa imitación de cero contra pulcero en la espalda de Daniel y llegar al puesto del chofer sin antes recibir un fuerte golpe en la espinilla por agayudo, porque en el cero contra pulcero, la fuerza de mis pequeños brazos no me dieron para vencer el obstáculo que era la puerta del carro, y entré de cabezas por la ventanilla, mi padre que presenció todo el espectáculo desde afuera del carrusel, se moría de risa, los papás de los otros niños asombrados por el espectáculo, Daniel, Natalia y Juan aburridos porque les había ganado la carrera, y yo con las espinillas adoloridas, a pesar de la caída, no lloré, porque ahora del carro de bomberos yo sería el chofer y también el capitán. 


-Quiubo Güevón

-Marica ¿Cómo te conseguiste mi teléfono? -Le pregunté- Yo estaba un poco alarmado porque eran las 2:00 de la mañana y el fuerte ring del teléfono me había despertado nervioso, nunca nadie acostumbraba a llamarme a esas horas y muchos menos al teléfono de la casa.

-Su papá me lo dio, me dijo que te habías casado y que te habías ido a vivir lejos y que te llamara, Güevón, es que la verdad me siento solo-

Habían pasado al rededor de dos años desde la última llamada del diablo, recordé el lugar SaludCoop y también recordé que ese día me había pedido que le recargara su celular y no lo hice, se me olvidó.

-Que pena mi hermano, mañana le recargo el celular -Me justifiqué, antes de que me hiciera el reclamo de hace dos años, la última vez que le hablé-

-Ah, de una güevón, mi Dios se lo pague y cuénteme ¿Dónde esta viviendo? 

-En cabañas

-¿Usted sabe también, sabe quién lo mató? es que usted no sabe que fue lo que yo sentí, cuando yo al otro día que él me puso los cien mil pesos, yo lo llamé para agradecerle y me dijeron que lo habían matado.

En ese momento se me encharcaron los ojos, y me di cuenta que el loco se había preocupado por él hasta el último día de su vida, sacaba cien mil pesos mensuales de su salario y se los consignaba en su cuenta, mientras tanto yo, me olvide de él dos años y hasta se me había olvidado hacerle una recarga de cinco mil pesos que me había pedido.


Ese día la Norte estaba llena. Los bombos, las banderas, trapos y camisetas pintados de azul y rojo, reflejaban la alegría y el amor que el pueblo le tiene a su equipo del alma, que aunque llevaba varios años sin quedar campeón, era el equipo número uno por tradición. 
Aunque Daniel y Juan ya habían ido varias veces al estadio, esta era la primera mía. El clásico había comenzado y cada tribuna alentaba sin parar. Los achiques, los pases cortos, las interceptadas del balón y los taquitos del poderoso era todo un espectáculo cargado de magia que le daba un Júbilo inmortal a la rexixtenxia norte.

¡Mucho hijueputa! gritó Daniel, cuando en una barredora batieron a uno de los de nosotros. El árbitro pitó tiro libre y los cantos de la norte fueron creciendo, cuando David González acomodaba la pelota y se disponía a cobrar.


David González no es humano... fififi... David González es un Dios...fififi... 
Es un Dios de la pelota que vino al medallo para salir campeón 

David González no es humano... fififi... David González es un Dios...fififi... 
Es un Dios de la pelota que vino al medallo para salir campeón.


David González se prepara para cobrar, el Mao Molina se para la lado, no se sabe cual de los dos va a cobrar, pero Juan seguro de la calidad en los tiros libres de ambos jugadores, antes de que la avalancha de la tribuna lo alcance, brinca a la malla, le dice a Daniel que le pase aquello y Daniel de su bolso saca una gallina pintada de verde. David Gonzalez dispara... y ¡GOOOL! la tribuna estalla, la avalancha enloquecida y yo con la mirada perdida, veía cómo Juan escalaba hasta lo alto de la malla para pararse en lo más alto de ella con su gallina de color verde en la mano, con un gesto de ofensa, la ofreció hacia LA SUR mientras con euforia cantaba el gol. (Ese día Juan salió en primer plano)




-¿Quiubo primo? Ayer el diablo me habló, pero está vez no por teléfono, si no por facebook - Mi Dios me lo bendiga primo ¿cómo va todo? - Noté que su voz era diferente, me saludo diferente, su tono de voz reflejaba esperanza.

-Quiubo mi hermano - Le contesté-

- Bien primo ya casi salgo, ya cumplí la condena, solo estoy esperando que el juez me de la orden.

-Que bueno papá, pero... ¿Cierto que vos no estas en bella vista?

-No, estoy en Tolima, Ibagué, en pikarara, así le dicen a esta carcél

-Ah, cómo así Daniel, y estás viga, he visto tus fotos en facebook.

-Sí, es que este encierro es una mierda, pero para desestresarme, hay que hacer ejercicio ¿Cómo está mi tío?

-Mi papá bien bien, en estos días me mostró la foto que nos tomó ese día en el parque norte cuando nos subimos a ese carro de bomberos y le dió bastante nostalgia, vos encerrado más de ocho años y Juan que ya no está con nosotros. 
Sí primo, cómo nos cambia la vida, pero mi Dios no lo desampara a uno. 


Era increíble que está vez no hablaba con odio, ni de vengar la muerte de Juan y que a pesar de todo lo malo que le había pasado en la vida, aún él creía en Dios.


- ¿Y que pensás hacer cuando salgas de la cárcel?

-Irme a estudiar bien lejos, pero antes nos tenemos que ir para una finca a celebrar, una fiesta tipo fritanga, usted sabe cómo es primo.

- ¡Epa! me avisa, para que país se va a ir a estudiar para caerle algún día.

- Claro, para que nos vamos a aventuriar hasta que nos cambie la suerte.



FIN.






*Dedicado a mis primos, a quienes quiero con toda el alma y que compartí toda mi infancia y adolescencia al lado de ellos. Que aunque ellos no están hoy conmigo, yo los llevo por siempre en mi corazón.