lunes, 14 de abril de 2014

El nombre sí importa, Fragmentos de identidad




Por: Santiago Cano
@Basto_art

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Mi prima tenía un novio que se llamaba Jarby, no conforme con su nombre mi familia paterna le pusieron un apodo peor, Emilio. No me imagino el complejo del pobre, porque está bien que uno se cambie el nombre porque a uno no le guste, pero que se lo cambie otra familia que no es nada con uno y más aún la familia de la chica que uno pretende, eso es muy berraco. 

Ahora no me imagino a mi prima en la intimidad con su novio ¿Cuál de los dos nombres más mata pasiones? Cuál de los dos nombres le dirá ella mientras están en pleno acto ¿Emilio o Jarby? Creo que a ambos les debe costar llegar al clímax, a él por la crisis de identidad y frustración, y a ella por mencionar mientras la clavan un nombre que a mi me remite a nombre de peluche rosado "Jarby" o nombre de viejito “Emilio".

Los Hipster contemporáneos dirán "Pero emilio es nombre bonito" muy bien, ahí más claro no pudo estar, los hipster les gusta todo lo de viejito, las prendas, los accesorios, los objetos y hasta los nombres.

2

Dicen algunos psicólogos que el nombre es muy importante en el desarrollo, vida social y profesional de las personas. Uno no puede concebir -o por ejemplo yo- ver un niño que se llame Guillermo, Guille es una cosa y eso que suena como a patito feo, pero Guillermo es una decisión irresponsable de los padres, o su nombre compuesto Juan Guillermo y para colmo de males de apellido Alegría, algunos nombres debería de considerarse como abuso infantil.

Juan Guillermo Alegría, el personaje del que les hablo era un compañero del colegio, moreno, delgado y peli chuzudo; el hombre era bastante estudioso, sobresalía, es más, él hacía parte del grupo de los nerdos del salón que eran sólo tres: Roberto, Guillermo y Orlando. Supongo que tenían que sobresalir por algo, si no era por sus nombres al menos por buenos estudiantes. 

Con el que nunca pudimos fue con Daladier, gafufo, dientitorcido, cara de nerdo pero más bruto que burro chiquito, aunque ni los profesores, ni los compañeros entendían su mal comportamiento en el colegio, yo sí, y era obvio, ese comportamiento era una señal de que su nombre no le gustaba ni a él, ni a los profesores, ni a nadie.

3

No yendo muy lejos, mi nombre completo es Albert Santiago Cano Sucerquia, estoy seguro que en mi bautizo el padre que me echo el agua bendita sufrió dislexia mientras pronunciaba mi nombre. Hace poco, el día de mi cumpleaños les llegó un correo corporativo a ¡TODOS! los empleados de la oficina que somos más de 1.500 personas, el correo, una postal con mi foto, mi nombre completo y les anunciaba de mi cumpleaños y que pasaran a visitarme, una de esas plantillas que mantienen los de gestión humana para banderear a la personas -porque casi nadie sabe de mi primer nombre- Muchos si fueron a mi escritorio, no solo a saludarme si no también a guiñarme el ojo y con una sonrisita burlona decirme ¡Albert!